Juana Doña nos narra las vivencias de Leonor desde el final de la guerra civil española. Sus últimos días en Madrid, la huida al puerto de Alicante, el apresamiento, las torturas, los veinte años de cautiverio en diferentes cárceles españolas. Leonor no tiene delitos de sangre como muchas de las mujeres que vivieron en prisión durante muchísimos años una vez acabada la guerra. El juicio de pega, como todos los juicios que se realizaron a los presos políticos, le supone una condena a muerte de la que se libra a cambio de treinta años de prisión. Las vivencias de estas mujeres apresadas en cárceles infrahumanas es lo que narra Juana Doña en este libro.
Leonor es el nombre que Juana se ha dado a sí misma en el momento de escribir la historia. No es una novela, son sus vivencias, sus miedos, sus esperanzas. Es la narración de veinte años de su vida encerrada con el hambre, el frío, el hacinamiento, las torturas físicas y psicológicas, las chinches y la muerte porque no todas las que ingresaron en estas cárceles consiguieron salir con vida, si no eran fusiladas, el hambre, el frío, el desánimo eran igual de mortales que un fúsil.
Además de la cárcel de Ventas que es la más conocida nos habla del penal de castigo de Guadalajara, un penal mucho más cruel que las cárceles aunque cueste creerlo. Allí pasó seis años de su vida y cuando la trasladaron al penal de Álcala de Henares vivió los primeros días de este cambio como si fuera lo mejor que la había pasado en mucho tiempo aunque esta sensación fue un espejismo porque las cárceles seguían siendo muy muy duras.
Juana ingresó en Ventas con veinte pocos años y consiguió la libertad pasados los cuarenta. Veinte años de su juventud perdidos, en estos años también perdió a su marido y a muchísimas de las compañeras con las que compartió penurias. Y aún así nunca renegó de sus ideales por los que siguió luchando hasta el año 2003, año de su muerte.
Un pedacito de historia contada por una de sus protagonistas.